lunes, 14 de enero de 2008

Diente por diente.

Uguk era considerado el hombre más rico de la aldea de Grok. Entre sus riquezas se contaban dos colmillos de mastodonte, unas cuantas patas de conejo, varios huesos de diversos animales y un espléndido collar de dientes de cabra. Realmente era rico.
Cierta mañana de invierno Uguk se despertó tiritando de frío, pues entre todas sus riquezas no poseía una buena piel de mastodonte con la cual abrigarse por las noches. Fue entonces que se acercó a Ogol, experto curtidor de pieles de la aldea. Por medio de los acostumbrados gruñidos ofreció darle dos dientes de su collar, a cambio de una gruesa piel de mastodonte, a lo que Ogol aceptó complacido. Uguk había inventado el dinero.
Ogol a su vez pagó con uno de los dientes una pata de cabra para el almuerzo. Pronto la mayoría de los habitantes de la aldea estaban cazando cabras, para despojarlas de sus dientes, que serían luego cambiados por productos y servicios. Habían inventado el comercio.
Pero llegó un momento en que los habitantes de la aldea de Grok tenían más dientes de cabra en sus bolsillos que en la boca las cabras aledañas. Los recolectores de frutas se negaban ahora a cambiar cinco manzanas por un diente. No había razón de hacerlo, pues ya tenían los bolsillos llenos de dientes, uno más o uno menos era lo mismo.
Fueron entonces, los nuevos comerciantes de la aldea, a ver a Grok, considerado el intelectual del poblado. Tras ser informado acerca de la situación, siempre con gruñidos y gestos, Grok encontró una solución. “Es muy simple”, dijo, “simplemente hay que aumentar los precios”. Grok había inventado la inflación.

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