martes, 8 de enero de 2008

Noticias de un diario tecnócrata.

Se acercó a un quiosco para comprar el diario. “Veremos si los periódicos tecnócratas son un poco mejores que los impresos en Soria.” – dijo mascullando enojado.
Leyó:
“Un hombre vivió a causa de haber comido una porción de sardinas en buen estado.
Un señor entró a un restaurante y, ya a los postres, no sacó un revólver, no se mató. Pidió la cuenta y, luego de haber pagado se fue.
Una bandada de pájaros cruza por la ciudad. Nada misterioso los afecta en vuelo y no caen muertos a tierra.
Un monseñor camina por cierto campo. Ha leído sobre objetos raros en el cielo. Se topa bruscamente con un desconocido. En la noche no puede verle el rostro. No siente miedo porque está en uno de esos momentos tan raros del alma humana. Tan distraído va, que le dice lo primero que le viene a la cabeza: ‘Yo no soy un habitante de otro planeta.’ El otro contesta: ‘Yo tampoco.’
Un sultán – Rubén Iseka, tecnócrata, veinticuatro años – caminaba acompañado por su novia – no se dio a conocer la filiación por tratarse de una menor – por el barrio de Tullererias. En un momento se cruzaron con cinco jóvenes de complexión atlética que ni soñaron con molestar a la señorita. En absoluto. Estaban en otra: eran karatecas, chicos de los más sanos y buenísimos que salían de un gimnasio. A la pareja, por su parte, ni se le cruzó por la imaginación el más leve destello de sospecha que los indujese a pensar que someterían a la joven a sus bajos instintos, previo detenerlos para exigirles dinero y alhajas y arrastrar a la pobre chica hasta un baldío mientras el novio se mordía de impotencia, encañonado por una pistola. Para nada. El muchacho continuó acompañando a la menor, charlando todo el tiempo y, ya ante la puerta de la casa de ésta, se despidió acordando llamarla al día siguiente a la oficina, para ir a ver La dolce vita de Fellini Iseka.”

de Los Sorias, de Alberto Laiseca.

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