domingo, 27 de enero de 2008

El gaucho se sienta solo.

Nadie más solo que el gaucho. En el Campeonato Mundial de Soledades, el gaucho ha sido por lo general ganador en solitario. Apenas una vez, en 1987, tuvo que compartir el premio con su yegua, que se llamaba Soledad. Isla humana en la inmensidad de la pampa, con la mera compañía de su infatigable guitarra, el gaucho se sentaba a la vera del fuego y cantaba sus endechas, que eran de este estilo:

Aquí me pongo a cantar
Al compás de la guitarra,
Que al hombre que lo desgarra
Una pena extraordinaria,
Como el ave solitaria
Mas vale pájaro en garra

Pero el gaucho no era un virtuoso de la guitarra ni cantaba – sentado – con voz hermosa y entonada, porque no podía abandonar las recias faenas rurales para realizar estudios académicos en un conservatorio y, al cabo, regresar cubierto de diplomas a tocar en las fiestas de los sábados. No. El gaucho se sentaba y cantaba de una manera áspera, ruda, tosca, como quejándose del infortunio. Era un infortunio oírlo quejarse. Al escucharlo, las manadas de animales huían despavoridas hacia el matadero. Esto hacía sentarse al gaucho más solo.
¿Qué hacía entonces? Pues se consolaba de su nuevo desconsuelo volviendo a cantar y tocar – siempre sentado, ¿eh? – y así se iban marchitando los ombúes y fallecían bandadas enteras de buitres, águilas y cóndores. La fauna salvaje de la pampa se fue extinguiendo, y con ella el pobre gaucho, a quien llegó a considerársele una enfermedad antiecológica y fue perseguido como tal. Algunos ejemplares de gaucho viven aún sentados en reservas y parques nacionales de Argentina., amenazados por la civilización y los cazadores furtivos, que diezman su población. Los gauchos soportan mal el cautiverio, ya que es difícil su adaptación; podemos ver una pareja de gauchos en el zoológico de Buenos Aires. La hembra es la que está cebando un mate, seguramente para tomarlo en Navidad. El macho es el que está sentado con su guitarra.

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