sábado, 5 de enero de 2008

Palabras.

Sucedió lejos de aquí, en una tierra sin nombre, cuando los hombres aún andaban desnudos y disponían de pocos medios de comunicación: unos cuantos gruñidos, quince o veinte palabras, aplausos de encomio y escupitajos de desaprobación.
Cierta tarde llegó un forastero a la aldea de Grok. En la aldea de Grok todos tenían una pésima dentadura porque comían la carne y los vegetales crudos, pues aún no habían descubierto el fuego.
El forastero pidió sopa en el mejor hotel de la aldea y, cuando le trajeron un gazpacho, reunió unas cuantas hojas secas, algunos trozos de madera y papel de diario; luego frotó con rapidez dos palos delgados, extrajo un encendedor del bolsillo, produjo una pequeña llama, encendió una hoguera, arrojó allí los dos palos, calentó el gazpacho y se lo comió.
Grok y los suyos quedaron maravillados. Antes de marcharse el forastero preguntó:
- ¿Quieren que les enseñe algo?
Todas las miradas, los gruñidos y las esperanzas de estos hombres primitivos se volvieron hacia él, que era el intelectual de la aldea y el dueño del más rico vocabulario. Confiaban en que Grok pediría instrucciones para repetir el experimento.
Grok pensó de inmediato: "Bien, querría saber cuál es la palabra que designa el fuego". Pensó, repetimos. Pero notó que, en su precario léxico no figuraba la palabra "palabra".
Por eso no consiguió formular su pregunta.
El forastero, creyendo que su demostración no había suscitado ningún interés entre tan atrasada tribu, guardó el encendedor y se marchó, mientras Grok, angustiado, intentaba recordar un sinónimo, aunque fuese una idea afín de la palabra "palabra". Fue imposible.
Cuando el forastero traspuso los últimos montes, más allá de la tierra del Pal Ul-don y del entonces llamado "Muro de Cagajón de Brontosaurio", los miembros de la aldea procedieron a ahogar a Grok con sus escupitajos de desaprobación.
El fuego tardó otros tres mil años en regresar a la aldea. Y el día que volvió, sus habitantes habían desaparecido, víctimas de atroces caries que llegaron a invadirles el cráneo y a hacer metástasis en los huesos.
El caso de Grok nos enseña la importancia de la palabra en la vida de los pueblos.

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